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    Cinco momentos para no traducir

    1.) No traduz­ca si el cielo está nubla­do y ust­ed no puede ver la exten­sión del hor­i­zonte y sea inca­paz de notar su desapari­ción entre el cielo y el mar. No sabrá ust­ed de la ampli­tud de mun­do que desconoce, del col­or y tem­per­atu­ra de esa geografía a la que se debe acer­car y; sin embar­go, dejar aje­na, dejar­la un poco otra, dejar­la un poco en su pro­pio tono. A eso le digo mis­te­rio o prag­máti­ca de la alteridad. 

    El poema que traduce

    El ori­gen lati­no de “tra­ducir” señala lit­eral­mente “hac­er pasar de un lugar a otro” como si se tratara de un aerop­uer­to donde se real­izan múlti­ples conex­iones. Es un lugar de trán­si­to, cuya infraestruc­tura se trans­for­ma depen­di­en­do del sig­no de los tiem­pos para sal­var la brecha entre lenguas, sus mun­dos y su historia.